Por
diversas circunstancias, a veces se impone en la agenda cultural colectiva, el
título de una película de moda, o un libro que ha orbitado el mundo, o un disco
recién llegado de los países nórdicos, pero pocas veces se habla de una
exposición en una galería con ese ímpetu publicitario, al menos no en estas
latitudes. Para los amantes de los trazos, el humor, el ingenio, la galería
Jorge Martínez exhibe desde finales de noviembre y hasta el treinta de enero de
2013, una serie de caricaturas imperdibles: es la obra del chileno Hernán
Vidal, Hervi, distinguido durante la última edición de la FIL con el premio de
caricatura, “La Catrina”, un premio que se entrega cada año durante el Encuentro
Internacional de Caricatura e Historieta, que en ediciones anteriores ha
reconocido a artistas del trazo como Sergio Aragonés (2002), Joaquín Salvador
Lavado, “Quino” (2003); Eduardo del Río, “Rius” (2004), Gabriel Vargas (2005),
Roberto Fontanarrosa (2006), Helio Flores (2007), Rogelio Naranjo (2008), José
Palomo (2009).
Hervi nació en Santiago de Chile en 1943.
Ha colaborado en diversos diarios y revistas chilenas, como La Nación, La Tercera, El Mercurio, La Voz y La Bicicleta, así como en Playboy de Italia y España; Paparazzi, de Suecia, y La Nación, de Costa Rica. Se inició en
el dibujo como discípulo de Pepo, creador de una de las historietas más famosas
de América Latina: Condorito y, según sus propias palabras, tomó de ahí muchas
de las mañas, trucos y formas de mirar. Así, se volvió un notable dibujante
que, con esa virtud de los grandes maestros de la caricatura, expresa con gran
economía de líneas, el escenario, el movimiento, los conflictos, las emociones
de sus personajes.
Alrededor de cincuenta obras de pequeño
formato, monocromáticas y multicolores, nos muestran su visión irónica, en
temas tan diversos como la ecología, la política, el arte, la tecnología, el
neoliberalismo. Su obra nos recuerda al escritor, Jonathan Swift, uno de los
padres del humor negro. Tal como el dublinés caricaturizó en Los viajes de Gulliver la sociedad
irlandesa del siglo dieciocho, Hervi retrata los vicios de las sociedades
posmodernas, con una mirada aguda, rebelde, atenta a las paradojas y el
absurdo, y con un generoso despliegue de ingenio que chorrea por sus cuadros y
salpica al espectador. Como los grandes humoristas negros, Hervi posee la
lucidez y la sensibilidad para accionar los resortes de la risa, no con
tropezones y pastelazos, sino con un humor creativo, inteligente, cáustico que,
además de divertir, provoca e incita la reflexión.
En una caricatura dividida en dos, se ve
en la parte inferior una pareja de turistas norteamericanos tomando fotos del
Machu Picchu. El hombre imagina, en el cuadro superior, una versión yankee de esa ciudad sagrada, con un
letrero como el de Hollywood, McDonalds, montañas rusas. Otra caricatura
muestra una sala de arte moderno y un muro roto del que sobresale una lámpara
de alumbrado público y detrás asoma el frente de un auto volcado. Como el
objeto apenas difiere de los demás, uno de los espectadores dice “No creo que
sea una instalación. Yo creo que es un choque”. En otra se ve al Quijote organizando
sus aventuras en una computadora con molinos virtuales y las opciones “aceptar,
modificar, transformar, enviar, eliminar”. En una, particularmente interesante,
una modelo posa para un pintor vestido de traje. Éste en lugar de observarla de
cuerpo completo, tiene instalado un microscopio que apunta a su pie derecho y
sobre el lienzo registra una serie de manchas acuosas. Una, muy apocalíptica,
retrata una ciudad en tonos siena, con visibles trazos de contaminación y un
espectacular advierte, “RESPIRAR, PUEDE PRODUCIR CÁNCER, Ministerio de salud”.
Hay, como puede verse, mucho
material para la risa y el debate. Hervi, ha creado con líneas, colores y
palabras un universo narrativo y pictórico divertido, ingenioso, estimulante,
rico en alusiones y críticas a la ciencia, el arte, la sociedad y la vida
misma. Sus caricaturas son una combinación impecable de fondo y forma, sin duda,
obras maestras del género. Esta exposición es una buena oportunidad para
retribuir las recomendaciones de nuestros colegas, amigos y conocidos, que con
tanta vehemencia promueven a flamantes creadores del cine, el rock y la
literatura; seguro que en estos cuadros hallarán tantas alegrías estéticas como
en los estrenos de Woody Allen, los conciertos de Radiohead o la última novela de Murakami.
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