Tres experimentos mentales




1

Si comparo nuestras vidas humanas con las vidas de los gatos domésticos, pienso que nuestra única ventaja es el privilegio de la conciencia; pero si vivimos en la inmediatez, si no cultivamos la mente, si sólo buscamos los placeres primarios, la vida del gato es mucho mejor: siempre tienen comida disponible, duermen el doble, son más curiosos, gozan de una vida sexual más libre y activa, no tienen que trabajar, ni ir a la escuela, ni hacer fila en los bancos; tienen casa, comida, humanos a su servicio. No me sorprende que se sientan superiores, lo son en la mayoría de los casos.




2

Los informes de logros, en cualquier ámbito, son aburridos y falsos; serían mucho más interesantes los currículum de fracasos, podrían hasta ser un género literario.




3

Cada que me subo un avión pienso que estoy disfrutando el gran sueño de Leonardo da Vinci sin haber hecho nada para merecerlo, sólo porque nací varios siglos después que él. Pero también pienso, en mis momentos de frustración, que él tuvo la suerte de vivir en la Florencia renacentista y se salvó de los embotellamientos, del arte conceptual, de los reality shows y de las torturas burocráticas de los bancos. Entonces, asoma mi lado teísta y sospecho que las vidas de todos podrían estar perfectamente equilibradas, bajo unos parámetros incompresibles para nuestras estrechas mentes humanas, y que merezco gozar el gran sueño de Leonardo porque, quizá, también padezco sus peores pesadillas.



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